Hay momentos en la vida en los que tomas decisiones dificiles, de esos que quisieras no tener nunca que elegir, pero son necesarios. Claro, a mi me sucedió, tomé una desición y logré llevarla a cabo. Fué lo más difícil que me ha sucedido, pero lo logré. Sin embargo cuando tomas esas desiciones crees que podrás mantenerte en esa misma actitud, pero no es así.

La decisión fué tomada, pero con el paso del tiempo logras la estabilidad mental y esos momentos amargos que sucedierón, simplemente se convierten en experiencias, aprendizajes.

Y yo aprendí mi lección. Aprendí que pese a todo el daño que alguien pueda hacerte, con el tiempo lográs perdonar todos los malos momentos que te hicierón pasar. A eso lo llamo madurar.

Perdoné, no olvido, pero perdoné todo el dolor que algún día me hicierón sentir, perdone los malos momentos, perdoné y por fín me siento liberada, como si nunca hubiera sucedido, como si todo hubiera comenzado de nuevo.

El gran paso fué lograr estar a lado de esa persona que tanto daño me hizo, sin sentir resentimiento alguno, sin desearle el mismo dolor que me hizo sentir, ese fué mi gran paso. Y no, con esto no puedo decir que todo esta bien en el mundo, que todo es color de rosa o que hay una posibilidad de que todo vuelva a funcionar como antés o mejor. Eso no. Nada podrá ser como antes, pero al menos tengo la fuerza mental para no tener sentimientos como estos, ahora simplemente puedo convivir plenamente con esa persona sin tener problema alguno, y eso, para mi es un gran paso.