Y me quedé pensando en si debía tomar primero las decisiones del corazón o de la vida, y mientras contemplaba la luna, dos cigarros y una cerveza después, lo entendí.

No soy de las que puede separar las cosas, no tengo esa gran virtud de apagar el interruptor del corazón y olvidarme de que tengo uno, no puedo. Y no puedo porque sin el corazón yo no sería nadie, no sería esa persona llena de alegría, llena de metas por cumplir, llena de retos, llena de ambiciones, porque sin el corazón, nada de esto tendría sentido.

Porque el corazón es el que guía mi camino, es el que me alienta a tomar o no decisiones, de la vida, del amor, del día a día, aunque sí, si puedo ser firme, práctica y analítica, pero aun en el fondo, el corazón rige mis acciones.

Y no creo que sea algo que necesite cambiar, porque 33 años mi corazón siempre ha iluminado el camino a seguir, a veces con miedos, con dudas, pero siempre esta ahí para ayudarme a decidir.

No puedo apagar el interruptor con tan solo pensarlo, ni siquiera aunque sea lo único que pudiera salvarme, yo no puedo.

Tal vez sea muy ingenua, pero sé que el corazón nunca se equivoca, y el mío ya decidió.